lunes, 8 de febrero de 2010

El Libro de Buen Amor

Página original del Libro del Buen Amor, extraida de la Wikipedia.


A lo largo de esta semana nos disponemos a celebrar una de las fiestas profanas con mayor tradición en nuestro país. El carnaval servía como contrapunto de la Cuaresma y se sitúa precisamente inmediatamente antes de ésta como días de cierto descontrol que terminan con el Miércoles de Ceniza.


Dentro de la literatura castellana este hecho va a quedar marcado a través de la famosa leyenda en la que, según la tradición Doña Cuaresma gana a Don Carnal. El relato que se puede leer a continuación es una muestra de la antigüedad de esta celebración extraído de una de nuestras obras universales: El Libro del Buen Amor.


Juan Ruiz, conocido como el Arcipreste de Hita, en su obra dedica el Capitulo XI a la Batalla entre don Carnal Y doña Quaresma. Es ejemplo de cómo, a pesar de la evolución y desacralización de esta fiesta podemos documentarla ya en el s. XIV en que fue escrito.




De la pelea que ovo don Carnal con la Quaresma



Açercándose viene un tiempo de Dios santo,

fuime para mi tierra por folgar algún rato,

dende a siete días era Quaresma tanto

puso por todo el mundo miedo e grand' espanto,


Estando a la mesa con don Jueves Lardero,

truxo a mí dos cartas un ligero trotero,

desirvos he las notas, ser vos tardinero,

ca las cartas leídas dilas al mensagero.


De mí, Santa Quaresma, sierva del Salvador,

enviada de Dios a todo pecador,

a todos los arçiprestes et clérigos con amor,

salud en Jesu Christo fasta la pasqua mayor.


Sabed, que me dixieron, que ha çerca de un año,

que anda don Carnal sañudo muy estraño

astragando mi tierra, fasiendo mucho daño,

vertiendo mucha sangre de lo que más me asaño:


Et por esta rasón en vertud de obediençia

vos mando firmemente so pena de sentençia,

que por mí e por mi ayuno e por mi penitençia,

que lo desafiedes con mi carta de creençia.


Desidle de todo en todo, que de hoy siete días

la mi persona mesma, e las compañas mías

iremos pelear con él, e con todas sus porfías,

creo que se me non detenga en las carneçerías.


Dadla al mensajero esta carta leída,

liévela por la tierra, non la traya escondida,

que non diga su gente, que non fue aperçebida:

dada en Castro de Ordiales, en Burgos resçebida.


Otra carta traía abierta e sellada,

una concha muy grande de la carta colgada,

aquél era el sello de la dueña nombrada;

la nota es aquésta, a don Carnal fue dada:


De mí doña Quaresma, justiçia de la mar,

algoaçil de las almas, que se an de salvar,

a ti Carnal goloso, que te non coydas fartar,

envíote el ayuno por mí desafiar.


Desque hoy en siete días tú e tu almohalla

que seades conmigo en campo a la batalla,

fasta el Sábado Santo darvos he lid sin falla;

de muerto o de preso non podrás escapalla.


Leí amás las cartas, entendí el ditado,

vi que venía a mí el un fuerte mandado,

ca non tenía amor, nin era enamorado,

a mí e a mi huésped púsonos en coydado.


Do tenía a don Jueves por huésped a la mesa,

levantose bien alegre, de lo que non me pesa;

dixo: «Yo só el alfrés contra esta mal apresa,

yo justaré con ella, que cada año me sospesa.»


Diome muchas graçias por el buen combid,

fuese, e yo fis' mis cartas, díxele al Viernes: «Id

a don Carnal mañana, todo esto le desid,

que venga aperçebido el martes a la lid.»


Las cartas resçebidas, don Carnal orgulloso

mostró en sí esfuerço, pero estaba medroso:

non quiso dar respuesta, vino a mí acuçioso,

truxo muy grand' mesnada, como era poderoso.


Desque vino el día del plazo señalado,

vino don Carnal, que ante estava esforçado,

de gentes muy guarnidas muy bien acompañado,

seríe don Alexandre de tal real pagado.


Puso en las delanteras muchos buenos peones,

gallinas, e perdiçes, conejos, e capones,

ánades, e lavancos, e gordos ansarones,

fazían su alarde çerca de los tisones.


Éstos traíen lanzas de peón delantero,

espetos muy cumplidos de fierro e de madero,

escudábanse todos con el grand' tajadero,

en la buena yantar éstos venían primero.


En pos los escudados están los ballesteros,

las ánsares, çeçinas, costados de carneros,

piernas de puerco fresco, los jamones enteros:

luego en pos aquéstos están los caballeros.


Las puestas de la vaca, lechones et cabritos,

allí andan saltando e dando grandes gritos,

luego los escuderos, muchos quesuelos fritos,

que dan de las espuelas a los vinos bien tintos.


Traía buena mesnada rica de infançones,

muchos buenos faysanes, los loçanos pavones,

venían muy bien guarnidos, enfiestos los pendones,

traían armas estrañas, e fuertes guarnisiones.


Eran muy bien labladas, templadas, e bien finas,

ollas de puro cobre traían por capellinas,

por adargas calderas, sartenes e cosinas,

real de tan grand' preçio non teníen las sardinas.


Vinieron muchos gamos, e el fuerte jabalí,

«Señor», dis, «non me escusedes de aquesta lid a mí,

que ya muchas vegadas lidié con don Alí.

Usado só de lid, siempre por ende valí.


Non avía acabado desir bien su verbo,

ahevos a do viene muy ligero el çiervo:

«Homíllome», dis', «señor, yo, el tu leal siervo,

por te faser servicio ¿non fui por ende siervo?


Vino presta e ligera al alarde la liebre,

«Señor», dis, «a la dueña yo le metré la fiebre,

dalle he sarna e diviesos, que de lidiar non l' miembre

más querría mi pelleja quando alguno le quiebre.


Vino el cabrón montés con corços e torcasas,

desiendo sus braburas e muchas amenasas;

«Señor», dis «a la dueña si conmigo la enlasas,

non te podrá empesçer con todas sus espinaças.


Vino su paso a paso el buey viejo lindero:

«Señor», dis, «a herrén me echa hoy el llugiero,

non sé para afrue en carrera nin ero,

mas fágote serviçio con la carne e cuero.


Estava don Toçino con mucha otra çeçina,

cidiérvedas e lomos finchida la cosina,

todos aperçebidos para la lid malina,

la dueña fue maestra, non vino tan ayna.


Como es don Carnal muy grand emperador,

et tiene por el mundo poder como señor,

aves et animalias por el su grand amor

vinieron muy humildes, pero con grand' temor.


Estava don Carnal ricamente asentado,

a mesa mucho farta en un rico estrado,

delante sus juglares como omen honrado,

de sus muchas viandas era bien abastado.


Estava delante d'él su alférez homil,

el hinojo fincado, en la mano el barril,

tañía a menudo con el su añafil,

parlava mucho el vino de todos alguaçil.


Desque vino la noche, mucho después de çena,

que tenía cada uno ya la talega llena,

para entrar en fasienda con la dueña serena,

adormiéronse todos después de la hora buena.


Esa noche los gallos con grand' miedo estovieron,

velaron con espanto, nin punto non dormieron:

non avía maravilla, que sus mugeres perdieron:

por ende se alborotaron del roído que oyeron.


Fasía la media noche en medio de las salas

vino doña Quaresma: «¡Dios Señor, tú me valas!»

Dieron voses los gallos, batieron de las alas,

llegaron a don Carnal aquestas nuevas malas.


Como avía el buen omen sobra mucho comido,

con la mucha vianda mucho vino ha bebido,

estava apesgado e estava adormido,

por todo el su real entró el apellido.


Todos amodorrados fueron a la pelea,

pusieron las sus fases, ninguno non platea,

la compaña del mar las sus armas menea,

viniéronse a ferir desiendo todos: «¡Ea!»


El primero de todos que ferió a don Carnal,

fue el puerro cuello albo, e feriolo muy mal,

físole escupir flema, ésta fue grand' señal,

tovo doña Quaresma que era suyo el real.


Vino luego en ayuda la salada sardina,

ferió muy resiamente a la gruesa gallina,

atravesósele en el pico, afogola ayna,

después a don Carnal falsol' la capellina.


Viníen las grandes mielgas en esta delantera,

los berdeles e gibias guardan la costanera:

vuelta es la pelea de muy mala manera,

caía de cada cabo mucha buena mollera.


De parte de Valençia veníen las anguilas

salpresas e trechadas a grandes manadillas,

daban a don Carnal por medio de las costillas,

las truchas de alberche dábanle en las mexillas.


Ay andaba el atún como un bravo león,

fallose con don Tosino, díxole mucho baldón,

si non por doña Ceçina que l' desvió el pendón,

diéranl' a don Ladrón por medio del coraçón.


De parte de bayona veníen muchos caçones,

mataron las perdiçes, castraron los capones,

del río de Enares venían los camarones,

fasta en Guadalquivil ponían sus tendejones.


Allí con los lavancos lidian barvos et peçes,

dis' la pixota al puerco: «¿Dó estás, que non paresçes?

Si ante mí te paras, darte he lo que mereçes,

ençiérrate en la mesquita, non vayas a las preses.


Allí vino la lija en aquel desbarato,

traía muy duro cuero con mucho garabato,

et a costados e a piernas dávales negro rato,

ansí trabava d'ellos como si fuese gato.


Recudieron del mar, de piélagos e charcos

compañas mucho estrañas e de diversos marcos,

traían armas muy fuertes, e ballestas, e arcos:

más negra fue aquésta que non la de Larcos.


De Sant Ander vinieron las bermejas langostas,

traían muchas saetas en sus aljabas postas,

fasían a don Carnal pagar todas las costas,

las plasas, que eran anchas, fasíansele angostas.


Fecho era el pregón del año jubileo,

para salvar sus almas avían todos deseo,

quantos son en la mar vinieron al torneo,

arenques et besugos vinieron de Bermeo.


Andava y la utra con muchos combatientes,

feriendo e matando de las carnosas gentes,

a las torcasas matan las sabogas valientes,

el delfín al buey viejo derribole los dientes.


Sábalos et albures et la noble lamprea

de Sevilla et de Alcántara venían a levar prea,

sus armas cada uno en don Carnal emprea,

non le valía nada de çeñir la correa.


Bravo andava el sollo, un duro villanchón,

tenía en la su mano grand' maça de un trechón,

dio en medio de la fruente al puerco e al lechón,

mandó que los echasen en sal de Villenchón.


El pulpo a los pavones non les dava vagar,

nin a los faysanes non dexava volar,

a cabritos et a gamos queríalos afogar,

como tiene muchas manos, con muchos puede lidiar.


Allí lidian las ostras con todos los conejos,

con la liebre justavan los ásperos cangrejos,

d'ella e d'ella parte danse golpes sobejos,

de escamas et de sangre van llenos los vallejos.


Allí lidia el conde de Laredo muy fuerte,

congrio, çeçial, e fresco mandó mala suerte

a don Carnal seguiendo, llegándol' a la muerte,

está mucho triste, non falla que l' confuerte.


Tomó ya quanto esfuerço e tendió su pendón,

ardís et denodado fuese contra don Salmón.

De Castro de Urdiales llegaba esa saçón,

atendiole el fidalgo, non le dixo de non.


Porfiaron grand' pieça, e pasaron grand pena,

si a Carnal dexaran, diéral' mal estrena,

mas vino contra él la gigante ballena,

abrazose con él, echolo en la arena.


Las más de sus compañas eran ya fallesçidas,

muchas d'ellas murieron, et muchas eran foídas,

pero ansí apeado fasía grandes acometidas,

defendiose quanto pudo con manos enfraqueçidas.


Como estaba ya con muy pocas compañas,

el jabalín et el çiervo fuyeron a las montañas,

todas las otras reses fuéronle muy estrañas,

los que con él fincaron, non valían dos castañas.


Si non fuese la çeçina con el grueso toçino,

que estaba amarillo de días mortesino,

que non podía de gordo lidiar sin el buen vino

estaba muy señero, çecado e mesquino.


La mesnada del mar físose un tropel,

fincaron las espuelas, dieron todos en él,

non lo quisieron matar, hobieron duelo d'él,

a él e a los suyos metieron en un cordel.


Troxiéronlos atados porque non escapasen,

diéronlos a la dueña ante que se aforrasen,

mandó luego la dueña, que a Carnal guardasen,

et a doña Ceçina con el toçino colgasen.


Mandolos colgar altos bien como atalaya,

et que a descolgallos ninguno y non vaya,

luego los enforcaron de una viga de faya,

el sayón iba desiendo: «Quien tal fiso tal haya.»


Mandó a don Carnal, que guardase el ayuno,

et que lo toviesen ençerrado a do non lo vea ninguno,

si non fuese doliente o confesor alguno,

et que l' diesen a comer al día manjar uno.

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